RAQUEL SAN ANTOLÍN MARTÍN
Sin darme cuenta, el tiempo pasó y me junté con montones de bolas de cristal. Todas y cada una de ellas tan personales como especiales.
Todo empezó de la forma más singular.
¿Quién me lo iba a decir? Teniendo 8 años me enamoré de una bola de cristal de Bambi.
Empecé coleccionándolas porque, simplemente, me parecían bonitas. Y al final a cada sitio que viajaba por primera vez, necesitaba traerme de vuelta un recuerdo y no encontraba mejor forma que estampar lo mejor de ese lugar dentro de una bola de nieve.
No solo tengo bolas de sitios a los que he ido. También tengo regalos de amigos y familiares que me las traen de los lugares a los que han ido ellos.
Oporto, Salamanca, Granada, Roma, Pisa, Bélgica,…, y más, se encuentran en mi habitación y, sobretodo, en una parte de mi.